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La cerámica también es saber decir adiós...

  • Foto del escritor: MonMtz
    MonMtz
  • 10 ene 2020
  • 3 Min. de lectura

Hoy ha sido un día raro; después de días muy fríos hizo calor. No me quejo, la verdad es un alivio. Ya llegué a esa etapa de la adultez en la que prefiero el verano antes que el invierno. También ha habido bastante viento, lo que anuncia una baja en la temperatura para los próximos días. Pero más que cualquier cuestión climatológica, hoy hubo un un suceso muy triste que tiene a mi ciudad (y al resto del mundo) conmocionado, pintando de azul el ánimo y dejando mucho que reflexionar.


Justo en el medio de este ambiente de pesadez en el corazón y de cuestionamiento de las situaciones actuales, llego al taller para toparme con que el día todavía me tenía más sorpresas: una quema fallida. Perdí muchas piezas que esperaba con ansias y casi echo a perder la placa del horno; a excepción de unas cuántas, la quema completa se fue a la basura. ¿Sabes qué fue lo más sorprendente de todo? Que no me significó gran cosa. Mientras despegaba una pieza de otra y recogía los restos filosos sólo podía repetirme a mí misma:

"la cerámica es saber decir adiós."

Piezas rotas, astilladas, pegadas de las que me despedí hoy.

Lo he traído en la cabeza todo el día. Los humanos somos seres sociales y emocionales, creamos vínculos con los demás y con el entorno. El apego se nos da con naturalidad y hasta cierto punto, con facilidad. Luego suceden cosas como las de hoy, las tragedias, las pérdidas, y ¡qué difícil se nos hace! Dejar las cosas ir, aceptar las realidades y seguir con el día a día.


En el campo de la cerámica, una de las primeras cosas que aprendí es que no hay que esperar nada. Se disfruta del proceso, no se piensa en resultados porque nunca sabes qué pasará dentro del horno. Al abrirlo, terminas siempre sorprendiéndote, para bien o para mal. No importa el tiempo que invertiste, lo mucho que te costaron o lo mucho que te gustaron, a las piezas se les agradece lo que aprendimos de ellas y se les deja ir. Yo no sé si en este caso fue todo lo que ha habido en el día o si esto significa un pequeño paso más en mi camino como ceramista. La verdad es que reconozco las razones por las que mi quema falló y me llevo una buena lección. No fue el alambre, no fue el horno, no fue el esmalte. Fue más bien una serie de factores mucho más complejos que hicieron inevitable el desenlace: impaciencia, inexperiencia con algunas técnicas, la falta de disponibilidad de algunos materiales... en fin.


Entonces me quedo pensando...


La vida también es así. Qué diferente sería si amáramos sin apegos; si supiéramos reconocer el papel que jugamos en las situaciones en las que nos vemos inmersos. Sin buscar culpables, sin atormentarnos con el "hubiera". Reconocer aquello que está en nuestras manos y aquello que no. Aceptar las cosas y a las personas como son; aprender de ellas mientras se crucen en nuestro camino y llegado el momento, agradecer y dejar ir. No fueron los videojuegos, no fue la escuela, no fue ni el niño mismo. ¿Qué está pasando a nuestro alrededor? ¿Qué estamos haciendo con nosotros mismos como sociedad? ¿Cómo estoy contribuyendo yo al problema? ¿Qué puedo hacer desde mi trinchera para mejorar las cosas?


Ojalá que mañana sea un día más ligero...


 
 
 

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